Este fin de semana pasado, uno de mis hermanos me regaló esta fotografía. De inmediato se me vinieron a la memoria recuerdos tan vívidos, tan reales de nuestras fiestas en honor a la Inmaculada, que me pareció que no hubieran pasado los años, tantos, tantos. Esta foto es de 1956, ese año me correspondió formar parte del equipo encargado de la ornamentación y preparativos para la fiestas. Creo recordar que atravesando toda la Michela se llegaba a la estancia donde entre tijeras, cuerdas, papel de seda y engrudos se confeccionaban las banderitas y guirnaldas que adornaban nuestro Seminario. Con que ilusión levantábamos el templete que durante unos días ocuparía nuestra Excelsa Madre y Patrona. Cuantas promesas, cuantos propósitos en aquellas cartas que dirigíamos a la Virgen y que posteriormente se quemaban ante Élla.
08 marzo 2010
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