17 noviembre 2011

RECUERDO OTOÑAL PARA COMPAÑEROS DE CORIA 54


(Por Francisco Neila)   
    Regreso de Ciudad Rodrigo  y, por estos últimos parajes, ya rayanos con Extremadura, está Castilla vistiéndose su sayo color oro viejo, en los robles  que paulatinamente van sustituyendo a las encinas. Son las tierras entre el Agueda y el Puerto de Perales, por las cercanías del Jálama.
   Uno siente un poco de vértigo al asomarse al balcón del  “Puerto” pero, al mismo tiempo, es como esponjársele el corazón, ante la inmensa llanada de  nuestra Extremadura.
   Perales le saluda como buen anfitrión que abre y abrió la puerta siempre a gallegos, leoneses y castellanos, quienes por aquí _via Dalmacia_ fueron abriendo camino  a la Repoblación, una vez empujados los “moros” cada vez un poco más abajo.

  
Y, enseguida, Coria, peinándose en el espejo del Alagón, que un día se le escapó   al puente viejo, dejándole .desde entonces, entre morriñoso y triste.                                  
   Tengo tiempo y me he arrimado, una vez más,  a la puerta de Poniente de la Catedral. Desde allí  contemplo  y os recuerdo. Es más os presto mis ojos, deslumbrados ante tanta  belleza, para que recobréis conmigo otras tardes  como ésta, contempladas mientras descubriámos, en el estudio, nombres, hechos y números aritméticos.
   Hay un rumor del viento en los pinos cercanos. Se me ocurre que susurra vuestros nombres que tanto y tan hondamente resuenan en el corazón. Todo es silencio y serenidad. Sólo un perro lejano y los “ cuartos”  de la Catedral rompen esta hora mágica.
   “La Vega” es  una borrachera de color: ocres, rojos , malvas y amarillos  en los chopos y los álamos del rio se encienden de cuando en cuando , tocados  mágicamente por el sol que juguetea al escondite con las nubes en esta tarde de Otoño.
   Enfrente, en los altos vecinos a Portaje, están creciendo las primeras hierbas  empujadas por  el agua del buen Dios, que se puso  a regar la tierra, después de  un Octubre seco y agobiante. ¡Verde, verde, verde!  Regalo para los ojos, don inestimable para los animales,  descanso para el frágil bolsillo de los ganaderos.
   Entre los árboles, respetados por las nuevas edificaciones que lo desfiguran todo, quedan algunos espacios donde nos batíamos el cobre  en partidos interminables.
   Por los arcos del “Puente viejo”, hay también un rumor  indefinible: Canta la nostalgia  de un agua  que se fue y nunca volvió. ¿No lo sabíáis? El “Puente sin rio”   es un puente enamorado:  impenitente soñador  de un agua que  le fue infiel y que ya nunca recobrará. “El agua, como la Luna,  tiene nombre  de mujer”, diría  un componedor de coplas, poco feminista.

   Yo os recuerdo, mientras el río, impertérrito como siempre, sigue su camino  hacia Poniente, buscando la hermosura  de los “Canchos de Ramiro”  entre Cachorrilla y Ceclavín. Con él se va mi memoria y mi corazón hacia donde quiera que estéis, porque para estar en comunión  nos pensó Dios y, aunque lejanos,  siempre estáis cerca, como ese vencejo de la tarde que, viniendo  del palacio del Duque ,  se ha posado  tranquilo en las tapias del patio trasero de la Catedral.
                                                            Valete
 
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