La cita era a las 11 y el lugar la plaza de
la Catedral, en Coria. El Día: sábado 25 de Mayo,“cuando hace la calor”, que
diría el Romancero, pero no en este Mayo de 2013, que anda jugando un día sí y
otro también a ser Enero, Febrero o Marzo.
Estuvo regular de temperatura exterior el
día 25, pero muy cálido por dentro para la treintena larga de Antiguos Alumnos
del Seminario, que fuimos llegando de lugares muy diversos, respondiendo a la
llamada del corazón. Coria será siempre un poderoso imán para quienes , en los
años 60 y 70, llegábamos a aquel patio con naranjos de la vieja casona del
“Menor”.
Una hora para mirarse a los ojos y
re-conocerse y re-novar gozosamente nombres, cursos y aventuras, frente a la
puerta norte de la Catedral y también para preguntar por quienes el corazón
esperaba encontrar y no llegaban.
A las 12, en Santiago, celebrábamos juntos la
Eucaristía, presididos ¿cómo no? por Florentino Muñoz. Allí fue el cantar y dar
gracias a Dios por poder reencontrarnos. Allí fue también el recordarle a Dios
dolorosa pero esperanzadamente los nombres de los ya llamados y de los que
sabemos que pasan por situaciones especialmente duras. Allí fue finalmente el
recuerdo e invocación a María, tan presente y tan influyente en nuestro años de
Seminario y después en la vida de cada día.¿Quién de los que pasó por Coria no
recuerda las “sabatinas”, cantadas entre naranjos en el patio central del
Seminario, frente al mosaico-icono de la Inmaculada?. El “Himno del Seminario
cauriense”, tan vibrante él, cerró este tiempo de oración.
Hubo después un espacio para “los vinos”
y, ya se sabe, que en ese tiempo lo que se bebe en realidad no es tanto el vino
como la alegría de estar juntos y la comunión a pesar de distancias y
separaciones físicas y mentales.
El hostal
“Montesol”, junto al puente de hierro, nos esperaba para una comida que
compartimos en paz y alegría. Muy rico todo. De bandera el arroz servido como
primer plato. No cesaban los ojos de mirar para reencontrar, detrás de ciertas
arrugas y de bastantes sienes plateadas, el mismo compañero que compartió fríos
en “ La Michela”, eternas sesiones de “Pensum” con D. Ovidio y vibrantes
partidos de futbol en “La Isla”. Como nunca se nos fue del corazón, era una
alegría recobrar su presencia física.
Era ya casi media tarde y había que
regresar.
Quienes aún podíamos, subimos a Argeme,
para despedirnos junto a la Virgen. Lo hicimos y aún hubo tiempo después para
seguir largo rato cantando, al ritmo del Acordeón, viejas y nuevas canciones
compartidas. Acordeonistas consumados: Paco Roque y Felipe Simón. Cantantes:
todos, incluidos los de “mal oido”.
Iba creciendo la tarde. Iba acostándose el
sol hacia Poniente. Regresamos, una vez más, con el corazón lleno de nombres de
los que estuvimos y de quienes, por mil circunstancias no lo hicieron.
¡Que Dios acompañe nuestro caminar y
hasta el año que viene, amigos y hermanos!
Paco Neila